3. Las primeras imágenes

En lo referente a su estructura, la mayoría de las primeras imágenes están sin labrar por detrás. Se ha especulado si eso respondía a que pudieran apoyarse con más facilidad en una pared, para que pesaran menos, o era un recurso de vaciado para evitar fisuras en la madera. Comentando el hecho con un especialista en iconografía bizantina, de religión ortodoxa, respondió con una teoría más simbólica: para su ortodoxia, la parte posterior de las imágenes sin trabajar representa la “divinidad que nos es desconocida”, la que no sabemos ni entendemos, y que por tanto no debemos intentar representar. Esta explicación se ajustaría al dibujo posterior de alguna imagen -como la que puede verse en el museo de Solsona- que lleva unas puertas cerradas pintadas en su parte posterior lisa, pero encaja menos con un vaciado de la madera. En algunos casos, este vaciado estaba justificado porque las imágenes tenían la función de relicario, es decir, tenían una cavidad en su parte posterior para el depósito de las reliquias de algún santo. Posiblemente fuera una práctica para superar las ideas anicónicas y dar a la imagen un motivo de existencia al margen de sí misma, pero eso no justificaría un vaciado completo. Dicho vaciado respondería a un sistema escultórico que parte de un esbozo que se vacía -para que no se agriete o para que no pese- y al que luego se da uso de relicario. Posteriormente, y por separado, se hacen los brazos y el infante, que se adhieren por trabajo en espiga. .

Lamentablemente, en el siglo XVI se puso de moda vestir las imágenes con ropajes. Algunas de ellas fueron “adaptadas” en su estructura corporal y de brazos para que fuera posible vestirlas, destruyendo de ese modo prácticamente todo el tronco. Otras fueron rehechas prácticamente de nuevo, de manera que las restauraciones pueden descubrir alguna sorpresa, como en el caso de la Virgen de Vacas (Palencia), donde, bajo la talla del siglo XVII, apareció una talla mutilada de finales del siglo XII.