6. Los símbolos
6.6. El aspecto
También en su aspecto externo general, posición del cuerpo y talla, las imágenes antiguas presentan una semejanza colectiva. En primer lugar se trata, con excepciones, de tallas de pequeño tamaño, no suelen superar el medio metro de altura. Algunas de ellas, de tamaños ínfimos, como la Santuca del valle de Liébana (Cantabria) o la Virgen de la Cisa (Premià de Mar, Barcelona), que no superan los 20 cm. En segundo lugar, casi la totalidad de las imágenes románicas están en posición sedente. Se ha especulado si ello se debe a la similitud con diosas anteriores, pero lo cierto es que existen centenares de imágenes de diosas griegas o romanas en pie. Seguramente, el hecho tiene más relación con la simbología: María está entronizada; es un personaje de alto rango. Para algunos autores, esto hace que deba considerarse a María el personaje principal de la talla, mientras que, para otros, María es el “trono de Jesús”. En cualquier caso, aun siendo el trono del Infante, es evidente la importancia de la imagen femenina, que encontramos siempre bien labrada y ornamentada con toda la categoría del Infante-Dios.
Con respecto de la expresión, encontramos un grupo de imágenes -las más antiguas- en las que la expresión de María es ausente, alejada del espectador y del Infante. Su mirada no interactúa con nadie: ni con el Infante ni tampoco con quien la observe. Está “ausente”, “alejada”, como si estuviera “en otra dimensión”. Esta característica, que irá suavizándose con el tiempo, es, en los primeros momentos, muy acusada, algo que no resulta banal. Se pretende que el observador sienta que la imagen que se encuentra en una dimensión distinta de la suya, para dar la impresión de “divinidad femenina”, alejada del mundo terrenal. Pero, como hemos dicho, en el futuro María se “humanizará”. Esta humanización será voluntaria: con la unificación del dogma cristiano, María interactuará con el Infante, lo mirará, le sonreirá y su mirada, incluso, se dirigirá al espectador. Esto es, dejará de ser diosa en aras de ser madre. Con el gótico, María se pondrá en pie y dejará su trono. Esta transformación irá pareja con los ropajes: primero serán planos, incluso geométricos, siempre estáticos, para dar idea de “ausencia del mundo” y después tendrán movimiento y sutilidad. No se trata de falta de técnica escultórica: primero se la deja estática, “fuera del mundo”, para luego darle movimiento y “humanizarla”.