1. El Substrato
1.5. La suma
Podría discutirse qué es una religión y qué una creencia. Posiblemente la diferencia tenga algo que ver con las estructuras organizadas y, sobre todo, con el conjunto de valores que conforman una determinada moral social. Sin embargo, con independencia de si en la Iberia anterior al Imperio Romano, debemos hablar de religiones o solamente de creencias, lo cierto es que éstas ejercieron una notable influencia en el cristianismo.
Como hemos visto, hasta María había habido diferentes deidades femeninas. Todas ellas eran diosas de panteones múltiples y de ritos más o menos individuales con la deidad. María sería el salto a la deidad femenina (no diosa pero sí transmisora a la deidad) única en el panteón, de una religión de culto organizado. Y María recogerá muchos de los atributos de la divinidad femenina instalados en el inconsciente colectivo.
De manera permeable -y sin que tampoco queramos determinar en qué dirección, ni en qué medida ni con qué voluntad-, el cristianismo fue incorporando muchas tradiciones antiguas. Y esta adición se realizó en todos los aspectos: en las fechas, en las ideas, en los valores, en el lenguaje, en los ritos y en las representaciones. Las coincidencias fueron tantas que incluso algunos pensadores cristianos se sintieron obligados a justificarlo; así, por ejemplo, Ambrosiaster, en sus comentarios a las Escrituras, llega a sugerir que "el diablo, conocedor del futuro, impregna aquello anterior", justificando así que la veracidad de "lo cristiano" es lo que impregna "lo anterior", y no al revés.
Lo realmente cierto son las coincidencias:
El 25 de diciembre, Natalis Solis, incorporado como fecha del nacimiento de Cristo. El 8 de septiembre y el 15 de agosto, festividades de la Magna Mater, incorporadas como festividades marianas. A mediados de marzo, procesión con el toro divino a sacrificio, recibido por los aldeanos con ramas y palmas vegetales, a semejanza de la entrada de Jesús en Jerusalén. La idea “redentora” del Dios sacrificado por el mundo. El banquete de pan y vino, símbolo de la substancia y la sangre del toro que representa la divinidad, en semejanza a la eucaristía. La idea de la vida ultraterrena. Los rituales de ablación purificante, semejantes al bautismo. La señal mitraica en la frente, señalada por los mismos padres antiguos como similar a la confirmación. El domingo, el día festivo mitraico. La palabra “mística”, que probablemente tenga conexión con “misterio”.
En el mejor de los sentidos, el cristianismo representó una suma que se realizó, preferentemente, a partir del siglo III, a un dios y a una religión. La idea de María, en cambio, está "en formación". La figura de la deidad femenina permanece en el pensamiento cristiano como una idea más pagana que cristiana. El cristianismo venía casi huérfano de madre y fue seguramente el pueblo quien aceleró la apuesta de la cristiandad occidental por la representación escultórica de María cuando Oriente era reacio a ello.
María, dentro de la unidad de la idea, parece tener una raíz muy particular en cada pueblo. De ahí sus infinitas advocaciones, de ahí sus variantes locales. Al observar la devoción concreta de cada pueblo a su virgen, uno se da cuenta de que es algo diferente y propio en cada lugar, algo que el pueblo ganó por sí mismo.