1. El Substrato
1.2. Tanit. La aportación de los pueblos del mediterraneo
Las zonas costeras facilitan el contacto con el mundo exterior. El mediterráneo, un mar relativamente pequeño, facilitó el contacto de la Península con múltiples pueblos. Algunos de ellos se asentaron y otros solamente contactaron pero, todos ellos tuvieron influencia en la cultura del territorio. Los más destacables serían íberos, fenicios, griegos y cartagineses.
El nombre de “íberos” engloba un conjunto de pueblos distintos entre sí, pero denominados de forma unitaria por los griegos para diferenciarlos de los pueblos del centro y norte de la Península, con los que, en conjunto, tenían muchas más diferencias. Los íberos se asentaban en el sur y el este de la Península, y las excavaciones realizadas en algunos de sus asentamientos han dado luz a esculturas bellísimas, que parecen diosas o grandes damas, como la famosísima Dama de Baza. Algunas de estas esculturas tenían una función de guarda de cenizas, como atestigua la cavidad en la parte dorsal a semejanza del uso de guarda de reliquias de algunas de las primeras imágenes marianas.
El substrato más inmediato de la zona sur y este mediterránea lo configuran fenicios, griegos y cartagineses. Todos dejaron su impronta a través de mejoras sociales y aportaciones culturales. En lo religioso, tanto los fenicios como los griegos eran politeístas, y el culto a sus dioses era fundamentalmente de carácter privado, sin un cuerpo doctrinal ni un dogma y sin una casta específica que rigiera el camino del pensar mistérico. Su panteón era extenso y complejo, con dioses que mantenían turbulentas relaciones familiares y tenían ramplonas voluntades humanas.
Entre las deidades fenicias se encuentra Ashtart, de quien derivan la naturaleza y la fertilidad. Por ello, Asthar era además la diosa del amor carnal y la reproducción humana. Por su parte, los cartagineses tenían en su panteón una diosa muy parecida a Ashtart: la diosa Tanit, asociada a la luna y también a la fertilidad, tanto de la tierra como humana. Era una divinidad de carácter astral (se representaba mediante el creciente lunar) y se asociaba a los ciclos de la naturaleza, los animales y las personas. Tenía carácter de diosa ctónica (del subsuelo) y guerrera. Su culto está atestiguado tanto en Baleares como en la costa este peninsular. Tanit recibía advocaciones como “Tanit, la poderosa” o “la Diosa de las cuevas” lo cual podría, lejanamente, relacionarse con la gran cantidad de imágenes cristianas antiguas que, según la tradición, fueron halladas en cuevas o bien enterradas. En algunas representaciones de terracota, la diosa aparece entronizada, como pasaría con María, y el gran número de exvotos asociados dan idea de la importancia de su culto.
Estas diosas, en cuanto figuras femeninas y ligadas a la tierra, podrían considerarse un substrato, cuando menos no antagónico, de la idea de la María cristiana, aunque sus similitudes son mucho menores que las de la gran diosa Isis y, además, están asociadas a un aspecto más formal y físico, como las formas o los lugares, y, en cambio, más alejadas del pensamiento profundo religioso. En cualquier caso, lo importante es destacar que también en estos pueblos existe el culto a deidades femeninas así como una elaborada técnica escultórica. El primer hecho facilitará la introducción de la idea mariana, el segundo, curiosa y circunstancialmente, está a punto de desaparecer.
Izquierda:Diosa Tanit, cultura cartaginesa. Derecha: Dama de baza; arte íbero. Fuente: Wikimedia Commons